La vida es una fantasía del alma
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Todo lo que me pasó, a mí me parece una especie de milagro.
Es cierto que casi nunca nadie tiene un plan tan determinado para su futuro, porque la vida es un encadenamiento de sucesos aunque, desde luego, cada uno tiene objetivos que pueden cumplirse antes o después. Yo, desde chico, supe que quería ser actor. Eso lo tenía claro desde los cinco o seis años. No tuve nunca ninguna duda vocacional. A pesar de eso, jamás creí que siempre iba a poder hacer lo que se me diera la gana.
Cuando empecé a tomar en serio la profesión de actor y me di cuenta de los sacrificios que implicaba, pensé que esto iba a ser mucho más arduo. Sin embargo, si bien no fue un camino fácil nunca hice nada que no hubiera querido hacer, y esto es un privilegio absolutamente raro que valoro y agradezco siempre.
(Enrique Pinti - Nos trajeron los barcos)
Otro actor fundamental fue el gobierno español que ejerció presión sobre el uruguayo, de manera sutil y nunca explicitada en su verdadera dimensión. España tenía interés en ayudar con préstamos blandos a los gobiernos amigos, como el uruguayo, algo que el país necesitaba como el desierto necesita la lluvia. Fueron muchos años de endeudamientos externos tan grandes que ya eran impagables y sólo se podía llegar a arreglos para modificar el abono de los intereses recibiendo, para ello, nuevos préstamos que acrecentaban la deuda a futuro. Pero, claro, si el gobierno uruguayo ponía trabas a la extradición de estos vascos acusados de crímenes en la península, dejaría de ser un gobierno amigo. De esa manera, los créditos tal vez no llegarían jamás.
(Qué fue de ellos... El enigma de los etarras en el Uruguay)
Puedo decir que practiqué casi todos los juegos y suplí mi poca habilidad con una larga experiencia en cada uno de ellos, ya que mientras la gente común debía realizar su preparación en el lapso limitado que su vigor le permitía, yo podía tomar todo el tiempo que quisiera hasta lograr manejar los más ocultos secretos de cada uno, y podía practicar una y mil veces hasta afianzarme en aquella virtud que no había traído desde la cuna. Algunos entrenadores decían que si bien me faltaba destreza me sobraba voluntad, por eso lograba llegar a la meta que me imponía, y que la voluntad es casi más importante que la inteligencia y la habilidad innata. Comprobé que ese pensamiento era cierto y además entendí que siempre tenemos la posibilidad de ser lo que deseamos.
(Un destello entre dos eternidades - El corazón sin límites de Julián Carranza)



