Errores perfectos
- Ediciones Casa de Papel
- 27 dic 2015
- 1 Min. de lectura

Titular con un oxímoron puede parecer un juego de palabras, pero es la mejor manera de nombrar a aquellos que reiteran el error sin matizar nunca esa conducta con algún acierto. Equivocarse siempre, sin excepción, podría catalogarse, con un pequeño esfuerzo metafórico, como una actitud perfectamente errada.
Los que escriben siempre temen que sus textos sufran el rechazo de los editores, esa gente idónea que está para dejar pasar las obras buenas o vendibles y ponerle una valla a aquellas que serán una inversión sin frutos. No está de más decir que todos los editores se equivocan algunas veces, incluso los excelentes.
He visto a editores rechazar obras que, al cabo de un tiempo y en otra editorial, fueron libros encantadores y exitosos, pero de estos editores desacertados no recuerdo ni sus nombres. Tampoco la historia tendrá registro de ellos, lo cual no es bueno, ya que el error que se olvida tiende a repetirse.
Para mi gusto, estos editores tienen quien los simboliza en la figura de Guillermo de Torre, un español cuyos méritos, entre otros, fueron los de integrar el grupo fundador de la editorial Losada, estar casado con Norah Borges y ser cuñado de Jorge Luis. Como editor de Losada habrá tenido en sus manos infinidad de originales, pero muchos sólo lo recuerdan porque rechazó Residencia en la tierra, de Neruda y, veinticinco años después -tal vez a fines de los cincuenta- descartó La hojarasca, novela de un joven García Márquez.
Este hombre es todo un símbolo del editor del error perfecto.
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