Una mujer
- Ediciones Casa de Papel
- 5 feb 2016
- 2 Min. de lectura

A veces la vida nos hace salir de lo que nos acontece todos los días y nos lleva a otros lugares y otros tiempos. Eso me pasó cuando intenté saltear una canción que me molesta mucho desde hace años.
Es hora de hablar de esto y sacarme de encima esa molestia.
Esa canción se refiere a Malinali Tenepatl, Doña Marina o La Malinche. Algunos historiadores suponen que sólo vivió veintisiete años y que esa escasa vida alcanzó para ser denostada por cinco siglos. La imagino aceitunada, joven y demasiado inteligente para nuestro soterrado machismo que la hace culpable de traición y entregada a ese enemigo barbado que vino en barcos desde el este. Nació princesa, pero fue sacada del seno de su familia a los tres años y vendida como esclava a un noble mexica. Luego la cedieron a los mayas al finalizar una guerra y como tributo de paz. A la llegada de los españoles, fue regalada a estos junto a otras veinte jóvenes y varias piezas de oro. En ese momento, Malinali sólo tenía diecisiete años y desde los tres había sido tratada como un simple objeto, como una moneda de cambio.
Su terrible vida hizo que supiera náhuatl y maya, y su inteligencia logró que aprendiera español con rapidez. Se erigió en traductora de los hombres del continente con los españoles. Además, fue compañera de Cortés —pasó a llamarse Doña Marina— y con él tuvo un hijo, Martín, símbolo del primer mexicano.
Su desgraciada suerte no le permitió ser traidora de nadie, porque nunca tuvo un lugar de pertenencia al que traicionar.
Pese a eso, ¿de qué se la acusa a La Malinche? ¿De no ser fiel ni con sus vendedores, ni con sus compradores ni con sus apropiadores ni con los que la regalaron como una cosa sin vida? ¿De haberse enamorado de Cortés? ¿De ser madre de Martín?
Hace quinientos años que una mujer sufre insultos. Y a mí me molesta mucho. No saben cuánto.
jparissi@gmail.com
Comments