Plata y gloria
- Ediciones Casa de Papel
- 22 ene 2016
- 1 Min. de lectura

Walter Clos me contó una anécdota futbolera que bien puede servir como ejemplo para otros ámbitos de la vida. No sé si fue real —siempre tuve la sospecha de que era un invento de Walter, tan prolífico en pergeñar relatos—, pero me alcanza con pensar que puede ser probable.
La historia cuenta que se iba a disputar una final de campeonato, muy difícil para cualquiera de los dos equipos. Un directivo intentó comprar al mejor baluarte de la defensa contraria y lo consiguió. El zaguero era recio, de buen porte, batallador como pocos, una muralla al borde del área y con un inmenso amor por los colores de su club. ¿Quién iba a sospechar que podía ser comprado? Nadie. No era creíble, porque uno piensa que si se dejaba sobornar, iba a notarse demasiado. Pero no, ninguno tuvo la más mínima sospecha.
Promediando el partido, un delantero contrario pisó el área con pelota dominada y este zaguero lo cruzó con una violencia tan desmedida que el árbitro pitó el penal y, además, lo expulsó. El equipo quedó un gol abajo y con un hombre menos. Como consecuencia, perdió la final. Sin embargo, el zaguero fue consolado por la propia hinchada, que valoró su ciega entrega defendiendo la valla. Aun en derrota, pasó a ser un ídolo.
Este hombre se quedó con la plata y también con la gloria, como sucede muchas veces en la vida.
jparissi@gmail.com
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