Fortuito
- Ediciones Casa de Papel
- 15 abr 2016
- 1 Min. de lectura

Hace unos cuantos años, mi hermana vio a un hombre que bajaba de un vehículo y le vino a la memoria la figura de un viejo amigo mío. “¿Será el mismo?”, se preguntó y, como buena mujer, no dudó en preguntarle. Era él, y gracias a ese cruce fortuito, impensado, recuperé a un amigo, porque, a pesar de la distancia y no vernos por tantos años, supuse, con una puerilidad de pensamiento, que ambos manteníamos la amistad. Quedamos en encontrarnos en un parque y allí lo vi, sentado en uno de esos muritos de base de granito rematados por ladrillos. Ahora que lo pienso, en ese lugar. o en uno muy similar de ese parque, mi amigo tiene una foto junto a sus padres.
Comenzamos a frecuentarnos nuevamente, casi como lo hacíamos en los lejanos días de estudiantes. En uno de esos encuentros me sorprendió trayéndome un libro que yo había publicado en dúo con otro amigo que hoy anda por Europa. Siempre pensé que nadie podría poseer un ejemplar de ese libro; tenía más de treinta años de editado y era difícil creer que un librito tan modesto pudiera resistir a tanto tiempo. Era mágico que mi amigo lo atesorase tan bien cuidado. Sólo me permitió que lo llevara para copiarlo, luego debía devolvérselo.
Hoy se me ocurre pensar que pudo haber tenido dos razones para conservar el libro. La primera, para mantener la prueba concreta de su amistad, y la segunda, para no permitir que el tiempo huyera sin dejar rastro.
Comments