Paranoia versus amor
- Ediciones Casa de Papel
- 12 ago 2016
- 2 Min. de lectura

El amor suele ser uno de los sentimientos más frágiles, y no es el odio su principal enemigo; muchas veces el miedo es su gran adversario. Lo supe hace ya tiempo, cuando pertenecía a la redacción de la revista Satiricón, por el lejano 1984.
Hacía un año que Alfonsín estaba en el gobierno y la dictadura había quedado atrás, pero los años oscuros nos seguían respirando en la nuca. Los atentados continuaban y, en ocasiones, sentíamos los mismos temores que antaño. Un día, en el correo que llegaba a la redacción, vino un paquete voluminoso, cuadrado, con un remitente desconocido. Era raro. A las redacciones llegaban sobres con cartas y algunas publicaciones. Paquetes de ese tipo, no. Oskar Blotta lo vio y pensó lo que se podía especular en esos años: adentro debe haber un dispositivo que explotará al abrirlo. Tuvo la audacia de estar cerca de ese paquete, pero no le alcanzó el valor para desatarlo, y quedó ahí, como una amenaza oscura pero sofocada.
Al pasar los días, la angustia de no saber pudo más que el temor, y alguien abrió el paquete. Adentro, con la inocencia de una princesa dormida, había una enorme cartulina plegada que tenía, de punta a punta, dos palabras: “Los amo”. Un lector, vaya a saber quién, nos brindaba un amor tan grande que necesitaba una cartulina de cuatro metros para expresarse. Y nuestra paranoia casi había malogrado ese bello gesto. Haber vivido años de terror nos había dejado un poco imbéciles, y sentimos vergüenza: el mundo real era esa cartulina.
De contentos, pegamos el cartel en una pared y nos juntamos todos para sacamos una foto. Todavía la conservo.
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